*Por Willy Soto Acosta
Las consecuencias del papel protagónico – y quizás inesperado para los propios costarricenses – de la Tricolor no se limita solo al ámbito futbolístico sino que reviste una serie de efectos “secundarios” para Costa Rica como Estado parte de la “sociedad” internacional: comenzado por la “marca país”, porque cientos de miles de personas buscaron en el mapa para saber dónde se ubicaba geográficamente esa “cosa rara” llamada Costa Rica.
Feliz concurso de circunstancias: el éxito futbolístico de la “Sele” coincidió con el hecho de que nuestro país ocupa la presidencia pro-tempore de la Comunidad de Estados Caribeños y del Caribe (CELAC). Y el “azar” hizo que nunca antes como ahora tanto brasileño y brasileña adoptaran futbolísticamente a Costa Rica como segunda patria, sentimiento que también fue compartido por ciudadanos de varios países latinoamericanos.
Más allá del desempeño deportivo y de las para nada insignificantes ganancias económicas (captadas por empresarios, Federación Costarricense de de Fútbol, entrenador, jugadores, etc,), la sobresaliente participación de la “Sele” generó una cuota importante de poder suave (“soft power”) a este país (es decir, una capacidad de influir en otros países y actores aprovechando este éxito futbolístico), que los encargados de la política exterior deberían capitalizar. Ojalá que en el campo futbolístico y en el de nuestras relaciones exteriores como Estado apliquemos lo dicho en la Parábola del Sembrador: “Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”.
Sin lugar a dudas Alemania, ganadora del torneo mundial, sabrá aprovechar ese poder suave que, complementado con su poder duro (las inyecciones económicas que ha realizado para apaciguar la crisis de la zona euro), fortalecerá su papel de locomotora de la Unión Europea.
La reciente copa mundial desmintió, al menos parcialmente, lo que se daba por un hecho: que entre más “desarrollado” un país, mejor rendimiento futbolístico. La mejor prueba de ello fue los resultados en el llamado “grupo de la muerte”, conformado en su mayoría por fantasmales figuras económicas y deportivas que no pudieron con los Ticos. Podríamos traer a colación a este respecto la discusión en Ciencias Sociales entre “agente” y “estructura” pero aplicándola a escala global, en el sistema-mundo: si bien los Estados más poderosos económicamente fijan las grandes pautas, los pequeños como Costa Rica tienen un margen de maniobra.
Los campeonatos mundiales de fútbol constituyen un excelente negocio para algunos, como para esa gigantesca corporación global que es la FIFA, con ramificaciones locales en casi todos los países (en este sentido, similar a la organización global-local del Vaticano). Igualmente constituyen una arena política donde los Estados pueden medir fuerzas utilizando el deporte como arma. Pero no hay que dejar de lado algo fundamental: la capacidad de integración entre países y al interior de estos que tiene el fútbol. No es un azar si Estados en conflicto y grupos que luchan al interior de un mismo país acuerden treguas informales para presenciar los partidos. La llamada “guerra del fútbol” entre El Salvador y Honduras en las eliminatorias para la Copa Mundial de1970 es una excepción y en realidad, el conflicto fue motivado por otras razones.
Pero no solo pueden tener un gran poder de integración entre Estados sino al interior de estos. Un ejemplo representativo lo constituye la Copa Mundial en Sudáfrica 2010, en donde este país con escaso desarrollo futbolístico luchó por ser sede con dos objetivos: anunciarle al mundo que se encaminaba a ser potencia emergente y consolidar la integración entre etnias después del apartheid. Para esto último ya había organizado antes otro mega-evento: la Copa Mundial de Rugby de 1995, en la que Nelson Mandela maniobró para que la mayoría negra apoyara este deporte hasta ese momento exclusivo de blancos; odisea expuesta magníficamente en la película “Invictus” (2009), dirigida por Clint Eastwood.
Dicho lo anterior, un Estado organizador de uno de estos mega-eventos que contenga internamente amplios grupos marginados, puede experimentar un efecto contrario: prueba de ellos fueron las grandes manifestaciones en Brasil antes y durante el campeonato, en donde los “indignados” pedían hospitales “tipo FIFA”.
Con todo falta por esperar los rendimientos geo-políticos que obtendrá Brasil por haber sido la sede de esta copa: ¿conseguirá el papel tanto deseado de líder en América Latina y el de desempeñar un papel protagónico entre las potencias emergentes? No es una pura coincidencia que la VI Cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) se haya realizado pocos días después de finalizado el torneo mundial, en Fortaleza y Brasilia. Como decía Charles De Gaulle: “Chaque État fait la politique de sa géografie”.
Willy Soto Acosta
Licenciado em Ciência Política e Mestre em Sociologia pela Universidad de Costa Rica. Possui especialização em Estudos Políticos e doutorado em Ciência Política pela Université de Droit, d´ Economie et des Sciences d´ Aix-Marseille. Professor de graduação em Relações Internacionais e do programa de doutorado em Estudos Latino-americanos da Universidad Nacional de Costa Rica (Heredia). Suas linhas de interesse e pesquisa são: socalização, ideologias, globalização, cosmopolitismo e colonialidade do poder, Estado e processos de integração regional, paradigmas teóricos em Ciências Sociais, mudança climática e desenvolvimento sustentável.