Lucia Ixchiu: ” soy una mujer k’iche’ y que vengo de un pueblo de lucha”

Foto: Archivo Personal

Por Amanda Martínez E.

Debido a su localización estratégica en el mapa político del mundo, la historia social del istmo centroamericano ha estado impactada por una serie de injerencias de potencias del Norte Global, ya sea en la búsqueda de una ruta interoceánica por el istmo o como territorios que formaron parte del proyecto de expansión de los Estados Unidos. Centroamérica se vio sacudida por una serie de guerras, a las que llamaron de civiles, que formaron parte del conflicto indirecto – o guerra fría- entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Estas guerras han dejado secuelas y heridas en los tejidos sociales, culturales y en las personas de distintos países centroamericanos que cargamos con esta historia de violencia y colonialismo que atraviesa los sistemas de opresión. 

Existe un estigma sobre el istmo centroamericano de estar conformado por países atravesados por la guerra y la violencia; sin embargo, la riqueza cultural y la diversidad de pueblos que conforman esta región tan heterogénea es poco retratada y divulgada en América Latina. En Guatemala existen 25 naciones, de las cuales 22 son de origen Maya, habiendo también en el país poblaciones Garífunas y Xincas. El racismo y el colonialismo interno que se vive en la región, también está fuertemente presente en Guatemala. 

Entre 1950 y 1960, durante una dictadura militar en Guatemala, se otorgaron importantes concesiones de tierras indígenas a empresas mineras multinacionales. La distribución étnica/racial de la tierra y el robo de territorios ancestrales a pueblos indígenas ha sido un punto fundamental para explicar uno de los motores de violencia que se viven en la actualidad en este país. Las reivindicaciones de pueblos indígenas, grupos de mujeres, colectivos feministas y movimiento LGBTI han sido motivo de persecución en las últimas décadas arrastrando a millares de personas a una migración forzada y al exilio. Es así como iniciamos esta entrevista con Lucia Ixchiu, Mujer K’iche, artista, feminista indígena y periodista comunitaria que hoy vive en el exilio junto con otros compañeros y compañeras de Guatemala. Conversar con Lucia sobre Guatemala y sentir desde Centroamerica nos ofrece una oportunidad de observar al istmo en su diversidad y desde una mirada de mujer en la insurgencia desde lo colectivo. 

Amanda Martínez (AM) – Lucia, como nicaragüense y centroamericana nacida en el periodo de la guerra de los 80, me gustaría preguntarte ¿Qué papel han tenido las potencias del Norte Global y sus disputas geopolíticas en lo que ha sido llamado de “guerra civil” en Guatemala? ¿Conseguís ver alguna conexión entre la “guerra civil” y la situación actual de persecución a defensoras de derechos como vos? 

Lucía Ixchiu (LI) – Bueno, es una pregunta muy interesante para empezar esta conversación. Primero es importante hacer historia y hacer memoria para situarnos justamente como vos decís, desde donde viene nuestra historia reciente y desde los hijos. Somos hijas de la guerra, engendradas en la guerra, básicamente. Entonces creo que eso es importante. Yo siempre me he posicionado como de la posguerra, pero soy hija de la guerra, nací en la guerra y pese a eso hemos heredado todos los conflictos y toda la destrucción y el genocidio sobre nuestros cuerpos. 

El genocidio en Guatemala se perpetuo sobre los cuerpos de las mujeres indigenas. Especialmente se perpetró sobre los territorios indígenas, donde hubo tierra arrasada, donde hubo masacres, donde hubo lesa humanidad. Hubo todos esos horrores que para mi son la continuidad de la colonia. Y yo lo planteo así porque esos crímenes de horror que vivimos hace más de 529 años, los pueblos originarios los vivimos durante la guerra civil en el contexto histórico y geopolítico que nos ha tocado vivir. Pero eso no es nada nuevo para los pueblos del Abya Yala. No es nada nuevo para los pueblos indígenas. No es la primera guerra.

Digamos que vinimos de una herencia de genocidios, de duelos, de despojos y para mi es la continuidad de la colonia, pues es todo el control de nuestros territorios y sobre todo de nuestros cuerpos, eso fue genocidio. La tierra arrasada fue para despojar territorios indígenas de todo. Existe un contexto anterior que es importante para situar a la región centroamericana. Es importante que nos veamos, de Colombia para acá, como región que naturalmente somos, porque en Colombia y en este territorio tenemos mucho en común. Somos la república bananera y eso no lo podemos olvidar. La United Fruit Company de los Estados Unidos se implementó de Colombia hasta Guatemala,  Nicaragua, Honduras, desde el 1800 venimos de países intervenidos por los Estados Unidos de América. Los telégrafos, carreteras y  todos los servicios eran de los Estados Unidos. Cuando hablamos de las potencias geopolíticas en la intervención de nuestros territorios,  claro que las habían. Desde ese contexto no éramos países soberanos y autónomos, ni desde la creación de los Estados-nación que en el caso de Guatemala, concretamente anula la existencia de los pueblos indígenas. 

El Estado guatemalteco se funda a partir de la exclusión de las grandes mayorías, porque en Guatemala somos más del 60% de la población indígena. El ejército, el gobierno de los Estados Unidos, la CIA tiene intervenido el país desde 1954, el germen de la contrarrevolución es el pecado original del país, la redistribución de la  tierra. Esto da básicamente el origen fundamental del genocidio y de la problemática de la guerra, porque toca el problema de origen, el pecado original de Guatemala, que es la reforma agraria, que hablaba de regresar al tierra a sus verdaderos propietarios. 

De ahí viene el entrenamiento que el gobierno de Estados Unidos financia para todos los ejércitos contrainsurgentes genocidas de la Casa de las Américas, en Panamá. Entonces hubo entrenamiento estadounidense. Hubo entrenamiento israelí y armamento israelí. Y también hubo complicidad de los países europeos. Hubo silencio internacional de los crímenes de lesa humanidad que se cometieron en nuestros territorios. Entonces ¿cómo hacemos esa conexión? No es solamente desde las potencias, sino desde la geopolítica impuesta sobre territorios. Vemos como si tienen todo que ver con esa lógica de la dominación colonial que sigue vigente. Claro que tiene todo que ver y tiene toda esa responsabilidad también de porque nuestros territorios están en la situación en la que se encuentran en ese contexto histórico particular.

Fuente: Lucia Ixchiu

AM – Guatemala es un país cercado de industrias extractivistas y el Estado ha facilitado esta explotación de recursos a empresas nacionales e internacionales. Muchos de estos proyectos están dentro de los territorios indígenas. La lucha por la defensa de territorios ancestrales ha generado una ola de violencia y asesinatos a las defensoras y defensores de la tierra en el mundo. He visto que has comentado que la masacre de la cumbre de Alaska, donde fueron asesinadas varias personas de Totonicapán, marco tu vida. Podrías comentar un poco más de esto?

LI – Si, yo lo he dicho siempre. Yo estoy en exilio y todo es a raíz del trabajo que empecé a hacer por esa masacre y muchos otros casos que acompañó. Se trata de un pueblo indígena k’iche’ del occidente del país donde el 97% de la población somos indígenas de la Nación K’iche’. Nosotros venimos de una organización indígena desde hace más de 200 años, mucho más antigua que el Estado-nación.

Esta organización fue fundada a partir de la búsqueda de la verdadera independencia y la autonomía del pueblo k’iche’, de Totonicapán y los pueblos k’iche’s. Esta nación, en la época precolombina, llegaba de Totonicapán, hasta Quintana Roo. Éramos el pueblo guerrero del mundo que muchos antropólogos gringos llaman el mundo maya. Nosotros, el pueblo indigena, somos propietarios de 320.000 hectáreas de bosque comunal. Y ese bosque, que ademas es una de las áreas de recarga hídrica mas importantes de Mesoamérica, es administrado por nuestra organizacion indigena que se mantiene hasta el dia de hoy, y que sobrevivió al genocidio y las múltiples violencias. Siempre hemos estado en crisis y existen muchas contradicciones porque no hay absolutos ni perfecciones, eso no existe, pero esto viene desde un planteamiento de una lógica ancestral comunal. De allí venimos. 

Comparto esto porque durante el gobierno de Alvaro Arzu Irigoyen, a finales de la década del 90, siendo el de origen criollo, colonial, vasco, vendió todos los servicios del país, el teléfono, la energía eléctrica a una empresa de capital español para continuar con la colonia y el expolio. En Guatemala se paga una de las tarifas de energía eléctrica más altas de la región. Y es algo que padece el país entero, no solo Totonicapán. Yo estaba en mi pueblo cuando en las juntas comunales se decidió caer en desobediencia civil y no pagar energía eléctrica porque se pagan tarifas absurdas de energía. Es carísimo, impagable e insostenible para la realidad del empobrecimiento que hay en el país. Totonicapán es uno de los departamentos más pobres del país. Con hambruna como la que hay en algunos países del continente africano. 

A raíz de esa negación al despojo continuo es que se decide salir a manifestar a la cumbre de Alaska desde los 48 cantones. Se convoca a la población a salir y la dinámica de la manifestación es comunitaria. Salen mamás con sus hijos, van las familias enteras, vamos todo mundo a manifestarse. Y entonces el ejército asesinó a siete hermanos. Inicialmente fueron seis hermanos. Y uno murió a los años porque igual perdió la pierna por los balazos que recibió. Más de 30 personas quedaron heridas de gravedad. Además de la masacre, que para mi es algo horroroso, impensable, espantoso, para vivir, para nuestro pueblo, hubo mucho racismo en el país y en los medios de comunicación, esto fue brutal.  

Yo deje de ser la Lucia Ixchiu que era hasta ese momento. A mi me cayo el veinte de poder entender, con algo tan duro, quienes somos los indígenas en Guatemala y como nos ven, y cómo nos siguen viendo, en esa continuidad del pensamiento colonial. Ya han pasado años desde esa masacre y yo eso no lo entendía. No entendía que era el pensamiento colonial, que era toda es herencia y el 4 de octubre todo estuvo claro para mí. Por eso decidí hacerme periodista. Esto porque yo creo que los pueblos indígenas somos sujetas de nuestra propia historia y que no necesitamos que nadie cuente la historia por nosotras. Nosotras podemos contarla. Por eso decidimos hacer una colectiva que se llama Festivales Solidarios. Es una colectiva de arte, porque soy gestora cultural. El arte ha sido mi primera militancia, si queremos verlo así. 

La masacre es el 4 de octubre y el 20 de octubre, que se conmemora la revolución en Guatemala, la agrupación estudiantil donde yo militaba sale a manifestar por esa conmemoración, pero salen en contra de la masacre. Hacen un performance en el palacio de gobernación, que es el responsable de la masacre. A los estudiantes nos individualizan y nos condenan. Los meten presos en diciembre de ese mismo año y los multan a 127 mil quetzales. 

A mi me tocó vivir y entender en ese momento el tema de la masacre, denunciar y apoyar. Mi papá fue presidente de los 48 cantones en el 2000, y mi papá estaba dedicado de lleno a la organización indígena, a servir,  acompañar, a estar, y esto es algo con lo que yo crecí. Por ejemplo, el servicio comunal, el trabajo en el bosque es algo que nosotros hemos hecho siempre en el cotidiano. Todo ese ambientalismo y todas esas cosas que se han puesto de moda ahora, para nosotros es algo de lo cotidiano, y no es nada excepcional. Es parte de la vida, de nuestra vida, de cómo concebimos los k’iche’ la conexión con el bosque. No es nada esotérico y no es nada de esas cosas ambientalistas, es otra mirada. Yo no tuve elección de decidir qué hacer con mi vida, si yo quería ser activista. Yo tuve que asumir el tener acceso a educación, el tener acceso a una computadora para poder escribir, el tener acceso al internet y reconocerme como una mujer indígena que ha tenido otras oportunidades en el país, porque yo no he pasado hambre, he tenido educación y lamentablemente eso en el país es un privilegio. 

Por supuesto que nosotras no venimos de un privilegio, pues para que nosotros podamos haber ido a la escuela con mis hermanas, estamos hablando de 10 generaciones de mujeres indígenas monolingües, que hicieron esfuerzos incalculables para que nosotras hoy podamos estar aquí. Somos justamente la proyección y los sueños de muchas de nuestras abuelas indígenas para que nosotras podamos tener estas condiciones. Entonces, vos no podes pensar en individual cuando venís de una historia ancestral y de una historia colectiva. Es la razón por la cual yo me hice periodista, me hice activista y defensora del territorio. Asumí mi rol en la historia y asumi quien soy, que soy una mujer k’iche’ y que vengo de un pueblo de lucha, que así ha estado hace más de cinco mil años y que vamos a seguir en esto. 

AM – Lucia, usaste el término criollo. Te comento esto debido a las categorías etnico/raciales en Centroamérica y el significado de estas categorías. Esa palabra en Nicaragua, en la división racial del territorio, en el pacifico criollo significa una cosa, pero en la costa caribe tiene otro significado. En el caribe de Nicaragua la palabra criollo significa afrodescendiente y es el nombre de un idioma nacido en la resistencia que se llama Kriol ¿Qué significa criollo en Guatemala? 

LI- Es el creole, claro! El criollo es el europeo, blanco, cashlan le decimos nosotros despectivamente. Aquel blanco español que vino a nacer a Guatemala. Que sus padres son europeos, españoles que vinieron a nacer a Guatemala. Ya son de Guatemala, pero siguen pensando que su madre patria es España. Y a la fecha hay gente de la élite criolla guatemalteca que piensa que España es su madre patria. Uno y dos que han sido endogámicos. Son súper racistas, son incapaces de mezclarse entre otros y solo se relacionan entre ellos, de lo peor que puede existir. Son racistas endogámicos y es gente con problemas mentales. Esta ha sido la élite que son 11 familias con las que nos ha tocado lidiar. De las más rancias a nivel mundial, está la élite guatemalteca. Es de las peores.

AM – Este racismo atraviesa el istmo y a toda la región! De allí vendrá la próxima pregunta que quisiera hacerte. El racismo como una estructura, al igual que la colonialidad y el patriarcado, se expresa de muchas maneras en función de la diversidad de las comunidades. ?¿Cómo identificas que se vive el racismo en Guatemala y cómo esto se agrava todavía más en el caso de las mujeres que viven en pobreza?

LI – Bueno, hay distintas formas de entender e interpretar el racismo que me ha tocado vivir y el que me ha tocado ver. Por ejemplo, Guatemala es un país estructuralmente racista. O sea, es un país fundado en el racismo y en la exclusión de las grandes mayorías. Entonces ¿cómo podemos entender el racismo estructural de un país como Guatemala? Para mí es sencillo: la creación de políticas que excluyen a la mayoría. Entonces estamos hablando de que Guatemala es un gobierno racista. En Guatemala, más del 60% de la población somos indígenas, y más del 60% de la población vive en pobreza extrema.Esto tiene una relación. Es porque somos indígenas quienes vivimos en pobreza extrema, que se nos despoja de múltiples maneras y que sumado a eso, el Estado se encarga de perpetuar, de manera silenciosa, un genocidio a partir de la hambruna y de despojar a la población no solo de su territorio, sino de su cosmogonia, y de la comida que es fundmantal para el desarollo de la humnidad. 

Entonces en Guatemala, de manera estructural, el racismo se entiende de esa forma y es así como golpea de la manera más cruenta a las mujeres indígenas que son las más empobrecidas. Golpea a las mujeres indígenas monolingües, analfabetas, con cero posibilidad de salir de esa escala de pobreza, viviendo con menos de un dólar al día, teniendo suerte de comer un tiempo de comida. Esa es la realidad. Eso yo lo vi en Totonicapán. Las mujeres mueren de hambre, y no tienen para dar de mamar a sus hijos. Para mí es lo más cruento, violento, pero es el ejemplo claro del racismo con el que piensa la élite que desgobierna el país, así piensan. Creen que no somos personas, que no somos gentes y que no merecemos ninguna condición de vida digna. Por eso Guatemala está envuelta, en esa situación en que se encuentra, porque es que no hay palabras para describir la circunstancia y la situación en la que vive la mayoría del país. 

Hay gente que lo que tiene para comer es agua con sal si tiene suerte y eso es algo en lo que yo no estoy de acuerdo. Yo me niego a estar de acuerdo en que tengamos que vivir de esa manera, porque nosotros venimos de pueblos abundantes, venimos de pueblos multicolor y de una resiliencia increíble. Me niego a perpetuar y a obedecer el orden colonial y lo que ha pensado para nosotros. Para mí es fundamental en lo estructural, en cómo afecta a las mujeres más empobrecidas. En el cotidiano es el racismo naturalizado en el pensamiento general de la población guatemalteca, que no cree y no va a creer nunca que yo, por ser una mujer indígena, pueda ser periodista. Es en el cotidiano, escuchar a la gente en la calle decir, “vos indio, vení para acá” o escuchar en el cotidiano a la gente, decir “yo soy pobre pero no indio”, como si ser indio fuese algo malo. Pero es básicamente el reflejo del estado colonial en el que se encuentra el país. 

Hay algo que me pareció a mí mucho más fuerte, que me lo explicó en una conversación mi hermana, que se llama la colonización del deseo. Es algo que me pasó y que me ha pasado muchas veces. Muchas personas hemos querido tener o entablar alguna relación sentimental y no ha podido ser por el simple hecho de ser una mujer indígena. Es una cuestión muy cotidiana que está hasta en lo que comemos. Está en la forma en la que vestimos, está en muchas cosas que son, digamos, cosas que desde niña he tenido que ir entendiendo. El trato hacia nosotras es distinto porque a nosotras nos decían las indias. 

Allí una empieza a entender de dónde y de qué lado de la historia estás. Yo tuve la fortuna de venir de una casa con un padre muy indio y muy empoderado en su indianidad, digamos. O sea, mi papá estaba muy, muy claro de que nosotros somos indígenas y que no teníamos que sentirnos avergonzadas de eso. Ese empoderamiento que mi padre nos heredó, que nuestras ancestras y que nuestros ancestros especialmente nos heredaron, a nosotras nos permite situarnos como mujeres indígenas en otra circunstancia que no ha sido la posibilidad de mucha gente a raíz de esa violencia y de ese racismo estructural cotidiano, que está naturalizado. Hay gente que tiene tan naturalizado el racismo que ni siquiera lo nota. 

Foto: Débora Chaco

AM – Sobre la colonialidad del deseo, esto me recuerda mucho lo que se discute aquí en Brasil sobre la soledad de las mujeres negras y como lo que se ha vendido como el “amor romántico” es un asunto dirigido principalmente a las mujeres blancas, todavía más a las que tienen fenotipos más cercanos a los europeos. No es el caso que les toca a mujeres negras, indígenas y racializadas, y esto lo ha colocado el feminismo negro y el periferico. Continuando en este asunto del racismo, ahora estás en España. ¿Cómo se reestructura el racismo ahora que estás en Europa como mujer, exiliada e indígena? ?¿Cómo se da esto allí, en tu condición actual? 

LI – Bueno, yo creo importante tener claro que aquí, de este continente “Europa”, surge el pensamiento colonial y surge el pensamiento racista de la supremacía. Entonces el racismo aquí ha sido brutal y de múltiples maneras. Unos nos romantizan, nos ven como pobrecitos o nos idealizan y nos ven como superhéroes, pero nunca nos van a ver en la justa dimensión de los seres humanos que somos, como cualquier otro. Hay un trato paternalista al vernos. 

El Estado español es profundamente racista con sus políticas de acogida y de apoyo al refugiado, al migrante, no digamos al indigena. Estos países no están preparados para convivir con la diversidad del mundo y para entender que somos eso. Es un universo lleno de diversidad. Para mí ha sido muy complejo porque me ha tocado vivir racismo en los aeropuertos, en la calle, en las tiendas, en las fiestas e incluso agresiones físicas. 

La gente cree que vos sos un mono, que sos exótico o que sos entretenimiento para sus aburridas y miserables vidas. Entonces, si ha sido fuerte. Creo que nunca nadie me lo había preguntado y para mí ha sido muy fuerte tener que entender, ver y lidiar con el racismo cotidiano que hay aquí y el conservadurismo. Porque dicen “yo no soy racista”, y hay una negación. Hay una parte de la sociedad europea que se niega a reconocerse como lo racistas que son porque quieren ayudarte, pero no desde la solidaridad, y no entre iguales, sino desde el paternalismo, desde las relaciones verticales con superioridad, desde la falta de reconocimiento de sus privilegios.  

Para mí ha sido muy impactante también ver cómo Europa, y sobre desde la relación colonial que existe, aquí se ha acumulado riqueza, privilegios y condiciones de vida a partir del despojo y del hambre de generaciones que continúan muriendo de hambre, hasta el día de hoy, en nuestros territorios. Eso me da mucho asco y mucha rabia, pues veo el despojo normalizado y naturalizado. Hay gente que tenemos que salir al exilio derivado de las realidades donde existe un nivel de corresponsabilidad. 

No toda la responsabilidad es de ellos, por supuesto, también hay responsabilidad de nuestros territorios y yo siempre he creído, y cómo lo decía una ancestra, no les vamos a dar todo nuestro poder tampoco para que puedan tener la responsabilidad absoluta de todo lo que nos pasa en nuestros territorios. Y en eso estoy de acuerdo. Pero sí hay un nivel de responsabilidad. Para mí, este momento ha sido de redescubrir y de reaprender, entender esta otra parte, que también es un territorio diverso, y que si hay gente solidaria. Aqui hay mucha gente y no todo es blanco o negro. 

Si no sabemos qué es multicolor, entonces no puede ser tampoco solo malo o solo racismo, sino que viene justamente con una serie de aprendizajes, de luchas, de contradicciones. Aquí también hay mucha gente luchando por múltiples causas. También en esta máquina del consumo neoliberal capitalista, el tema del nivel de condiciones de vida a la que han forzado a vivir también a la población europea a partir del sistema económico, creo que es algo que no vivimos tanto allá en Guatemala como aquí. Aquí está ese asunto de si no tenés dinero no sos nadie… allá algo siempre sale, o se consigue soportar. En cambio aquí eso es sumamente brutal.

Ha sido un reto enorme, pero también ha sido enriquecedor para mi aprendizaje. Como mujer, indígena, migrante, exiliada, refugiada como queramos llamarlo, en estos territorios. Me ha permitido también entender y ver cómo nos ven, cómo nos siguen viendo y cómo van a seguir viéndonos. Pero que también eso ha sido interesante. Creo que había cosas que yo no había conectado nunca y ahora las veo al vivir aquí, porque me permite entender y analizar otras cosas. 

AM – Me gustaría preguntarte sobre el concepto de mestizaje en Guatemala, pues este término en algunos países de la región, como aquí en Brasil, ha sido polémico. Sabemos que existe la identidad individual y la identidad social como factores que determinan la presencia o la ausencia de privilegios en función de aquel invento de la “raza”. Con esto quiero decir, que a pesar de que una persona se reconozca individualmente como mestiza, valorando y respetando completamente el autoreconocimiento de las personas, por otro lado, si la piel de esta persona es blanca y sus fenotipos son más próximos a los europeos, pues tendrá más privilegios y tal vez no tenga ese problema de abordaje policial violento o que la sigan en todas partes cuando entra a una tienda. A mí me gustaría preguntarte entonces, cómo es que funciona este concepto de mestizaje en Guatemala. 

Esto también tiene su impacto en la vivencia del exilio y en el tipo de recibimiento que le dan a las personas. Por ejemplo, yo soy nicaragüense y tengo una identidad individual propia que me atraviesa desde mi historia, pero también mi piel es blanca, incluso soy “chela” (rubia) y la lectura social que yo tengo en Brasil es como si yo fuera de Europa. Esto hace que yo sea recibida y tratada con privilegios. También he visto que una persona indígena o afrodescendiente que venga de Bolivia, Venezuela, Nicaragua, o que sea de aquí mismo de Brasil, no tendría acceso a los privilegios que yo tengo en función del tema racial. Yo me considero mestiza, abrazando la mezcla racial y cultural que tengo dentro de mí e a través de mi familia, pero la sociedad me lee de otra forma y me da privilegios por esa lectura. Este asunto tiene varias aristas y se vive de formas distintas en latinoamérica y el caribe, por eso quisiera preguntarte sobre cómo funciona el concepto de mestizo/mestiza en Guatemala.

LI – Bueno en Guatemala es un término muy reciente. Lo que había antes del mestizaje y que era lo normal, era el término ladino. La identidad ladina se construye a partir de la negación del ser indígena. Entonces también ahí en Guatemala ha habido y hubo durante las dictaduras, y a la fecha de manera invisible, procesos de ladinización para continuar haciendo esa homogeneización que busca la identidad de los Estados Nación. Sabemos que está ligado a eso, a anular nuestras diversidades y nuestras identidades indígenas. Yo en mi caso tengo familia indígena de madre y familia indígena de padre, entonces soy una mujer indígena. Pero he podido ver que el mestizaje y la mezcla son una realidad. 

No todo viene tampoco de violaciones sexuales, pues tambien creo que no puede ser nuestra lógica dicotómica de o es blanco o negro. Las historias del mestizaje y de la mezcla son universales y son infinitas. O sea, no vamos a poder realmente hacer un levantamiento exhaustivo de estas violaciones. Eso no es posible, pero creo que es importante entender esto, pues yo no creo en el purismo, que para mi es otro facismo. Yo no estoy tampoco en la lógica de cuestionar la identidad de nadie, porque creo que eso es parte de esas lógicas, de esas herencias coloniales que tenemos muy internalizadas de decirle al otro quién es. Eso es una herencia colonial brutal y es una superioridad moral también. Entonces no estoy de acuerdo con esas prácticas. Yo no creo que eso sea el camino para hacer otros mundos posibles que soñamos, pero sí creo que en los últimos años, especialmente después del genocidio, como en la época democrática, ha habido gente que se asumía como ladina, y empieza a reconocer su identidad indígena. Y eso es parte de los procesos individuales de cada quien. 

Ha habido, producto de una herencia colonial, una vergüenza de la gente de tener origen indígena. Y lo han callado, lo han silenciado a partir de esa identidad ladina que niega la existencia. Yo personalmente, cuando escucho que alguien de manera honesta y respetuosa quiere reconectar con sus orígenes, creo que es importante porque es recuperar un hermano, es recuperar una hermana, pero desde el respeto y no desde la apropiación y el oportunismo. Porque también ahora resulta que un montón de gente que era ladina hasta hace cinco años, cuando comienza a existir crédito y un reconocimiento a lo indígena a nivel mundial, ahora todo el mundo es indígena para ganarse becas e irse al extranjero. Es indígena porque quiere ser reconocido, porque quiere que le den fondos. 

He visto como medios de comunicación, fundados por gente racista, han contratado gente indígena solo para que les den fondos para decir que son medios indígenas. También es una cuestión de oportunismo. Como no soy purista, también he podido ver el oportunismo de lo que ahora significa ser indigena, y como esto era hace 529 años, o incluso hace diez años, pues a nosotras nos tocó abrir con la cara muchos espacios que también fueron abiertos por nuestras abuelas. Entonces ha sido difícil. 

A mi me ha tocado vivir muchísimo racismo de gente no indígena en mi propio país, en mi propio pueblo, que se niegan a reconocerse. Y yo siempre digo esto, en Guatemala todos somos indígenas. Hasta el que dice que no es indígena, yo estoy segura que es mentira porque somos un país indígena. Somos más del 60%, todo el mundo allí es indigena. Me gustaría mucho saber que esa élite criolla que ha sido endogámica también tiene raíces indígenas. Eso sería estupendo porque nos odian tanto y se han encargado de exterminarnos, que al fin y al cabo es exterminar a ellos mismos. 

Respecto al tema del mestizaje no puedo opinar mucho porque no soy mestiza y creo que en el mundo mestizo es importante que hablede sí mismo, pero digamos, en cuanto a lo que he visto y sobre todo con mi pareja, que es un hombre mestizo con rasgos europeos, también él ha tenido sus historias. Es interesante también ver que en el mestizaje hay múltiples realidades, como las personas terminan siendo de todas partes y al mismo tiempo no son de ningún lado. Ver esto me ha permitido abrirme y ser más sensible a esas otras realidades que no son la mía, a tener más empatía, a tener claridad de que el mundo es eso, es diverso y que hay de todo. A algunos nos toca vivir racismo, a otros discriminaciones, a otros por los colores de la piel, por las orientaciones, por las miradas. Esto es muy interesante porque es importante reconocer que las violencias son múltiples, así como es importante reconocer que los pueblos indígenas no somos los únicos donde está depositado el dolor de la humanidad. Esto tampoco es cierto, pues estan los pueblos negros donde tambien ha habido genocidio en sus territorios. En ese sentido yo tengo una mirada muy abierta y amplia sobre este asunto. 

Lucha como Mujer Indígena. Video de Festivales Solidários.

AM – ¡Excelente, Lucía! Aprovechando este tema y la diversidad de las violencia que nos atraviesan te pregunto lo siguiente; históricamente las guerras y las situaciones de conflicto, así como muchos otros eventos, han sido narrados desde perspectivas masculinas y/o de las clases sociales más privilegiadas que cuentan con los medios para contar sus versiones. Esto se ha convertido en la historia oficial. Te uniste posteriormente a la comunicación popular e indígena como otra forma de lucha. ¿Podrías compartir qué características tiene este proceso de construir notícias en esta otra forma de comunicación? ¿Cómo funcionan las autorías de textos, fotografías y el sentido colectivo, característicos de varias comunidades indígenas, en esta otra forma de contar historias?

LI – Yo empecé colaborando con un medio en Guatemala y con una lógica, pues en algún momento colectiva, donde estábamos muy claras que lo que nos interesaba era posicionar la voz de los territorios. Eso significaba, por ejemplo, hacer un ejercicio de escribir de compañeros que no escribían mucho, o del todo, y tocaba editar bastante los textos. Las fotografías se hacían con celulares, con cámaras muy precarias y entonces eso era lo que se hacía sin el ánimo de intervenir más allá del hecho y del ejercicio puro, nato y genuino de comunicar. Yo también empecé a escribir y recuerdo que al escribir el primer texto tenía terror y una vergüenza de publicarlo. Cuando fue publicado, no lo podía creer, porque esto es parte de las heridas que tenemos en nuestra autoestima de esas violencias estructurales que nos han tocado vivir. Nos hicieron creer que no podíamos hacerlo. Digamos que salí del closet y escribí ese texto con todos los errores que pudiera tener un primer texto. Me gustaría buscarlo a ver si está colgado en el internet para leerlo otra vez. Entonces dije, si, esto es posible! Después se abrió la posibilidad de la tecnología. Yo tengo que reconocer que tengo una herencia por parte de mi hermana, que es periodista. Desde casi niña hacía en el pueblo, radio. Mi hermana mayor ha estado siempre muy ligada a la tecnología. Ella es hacker, indígena y está metida en muchas cosas y entonces ella siempre había traído la tecnología, algo cotidiano para nosotras, algo normal, pero yo nunca he sido la más tecnológica ni la más interesada en esas cosas. 

Entonces, me metí a la comunicación, es decir, aprender a usar las redes sociales, aprender a usar otros lenguajes, a utilizar múltiples cosas de manera empírica. Yo siempre he dicho, yo soy periodista, y me hice y me he hecho en la calle. Tomaba al inicio unas fotos terribles y lo sigo haciendo (Lucia ríe). Pero vemos como el ojo va aprendiendo. Yo creo que todos los seres humanos podemos hacer comunicación y eso es lo que más me gusta a mí de la comunicación indígena, de la comunicación popular, es que podemos hacer con nuestros parlantes en las bicicletas que se ven en la comunidad, cuando el vecino habla,  el boca a boca, en todos esos ejercicios comunitarios de comunicación que ya hemos practicado desde antes. No venimos a inventar el agua azucarada ahora, obviamente las redes sociales han facilitado las cosas. Por otro lado, hay comunidades que no tienen energía eléctrica y la gente se las ha ingeniado para tener el internet y el facebook. Yo creo que esto es un ejercicio importantísimo, sumamente necesario en la colectiva en la que colaboro y funde hace diez años Festivales Solidarios

Nosotros tenemos un ejercicio de no dar crédito individual a las fotos y los textos. Creo que sí es importante darles la autoría, porque creo que es importante cuando la persona quiere ese reconocimiento, pero lamentablemente, por seguridad, no siempre podemos dar esa autoría. Sabemos que en los contextos comunitarios es mucho más complicado el salir a mostrar tu trabajo que cuando estás en una ciudad grande por el nivel de vulnerabilidad y los temas que tocamos. Hay prisión política, memoria histórica, extractivismo, despojos, asesinatos y persecuciones territoriales. 

En función de eso ha habido muchos aprendizajes y creo que la precaución y el respeto al contexto cotidiano de las personas en lo comunitario es lo más importante. No por dar una noticia y por tener la premicia voy a poner en riesgo la vida o la libertad de las personas. Esto ha sido para mí fundamental, porque yo tengo muy claro que nosotros no estamos jugando.Estamos atentando contra el status quo. Cuando los pueblos escribimos nuestra historia, estamos atentando contra empresas transnacionales de millones de dólares, de euros, que pueden en cualquier momento desaparecer comunidades enteras y quemarlas, como pasó en noviembre del año pasado en una comunidad en el sur de El Estor, Izabal. Entonces se trata de hacerlo con mucha cautela, pero con contundencia. Si hay autorización de la voz de la comunidad para publicar, se publica. Y si no, no. Si hay consentimiento de las personas para hacer la campaña se hace, si no, no, y así lo hemos trabajado nosotros en función de esos principios colectivos. En el exilio ha sido muy cansado para mí seguir tratando de sostener este espacio que con la diferencia horaria, ha sido quizás el reto más grande. Es más cansado.

Ha sido muy interesante porque pese a que estamos fuera, mucha gente nos da la confianza de compartir su información y eso para nosotros, el tener esta confianza comunitaria es quizás de los regalos más importantes, y esto no es monetizable. Para mi esto ha sido muy importante. Obviamente nos ha tocado vivir racismo, no nos reconocen como periodistas. Se sigue teniendo esa idea decimonónica de la comunicación de siglo del siglo 19, cuando obviamente el paradigma de la comunicación ha cambiado. Yo estoy clara que además de las redes sociales, también los pueblos hemos puesto otras epistemologías para hacer comunicación desde lo indígena, desde lo comunitario, desde otro lugar. Desde esa claridad que la lucha, desde la comunicación de los pueblos, es colectiva y todas podemos hacerla con las estéticas, con los paradigmas, con nuestras miradas. Esta diversidad para mi es de lo más interesante. Yo obviamente cuando empecé esto hace tres años, he visto como también ha habido un boom ahora de comunicadores y comunicadoras indígenas y eso a mí me alegra que cada vez seamos más, porque somos la mayoría en el contexto de Guatemala y entonces tenemos que estar en todos los espacios recuperando esos espacios que hoy nos pertenecen.

Foto: Débora Chaco

AM – Lucía, ¿Qué alternativas existen en Guatemala para organizar la vida fuera del modelo del Estado-nación? ¿Existen proyectos de gobierno comunitario que salgan de esta forma vertical de organizar el poder a través de jerarquías? ¿Qué ha representado el Estado-nación frente a las más de 20 etnias mayas en Guatemala? 

LI – Yo creo que sí, que hay ejercicios. Siempre he dicho que en nuestra organización indígena ya nos hacemos autogobierno de una u otra manera. No necesitaríamos del Estado en muchas circunstancias. Entonces se nos ha hecho creer, a las poblaciones en general, que sin el Estado no podemos vivir. Solo porque el Estado administra los recursos que nosotros mismos le damos al Estado. Yo creo que sí que hay ejercicios a nivel comunitario, en varios sitios que están funcionando paralelamente al Estado. Quizás en Totonicapán no hemos logrado romper algunas de las conexiones estatales, como me gustaría. Pero creo que eso también es una tarea de las juventudes y de las realidades, de pensarnos desde otro lugar. Pero creo que sí, creo que sí las hay. 

Creo que también es importante cuestionar ese paradigma que las izquierdas han impuesto sobre nuestros territorios. También de creer que las únicas formas en las que podemos lograr la emancipación de los pueblos es a través de la vía electoral y es a través de la vía partidaria. Yo creo que va mucho más allá de eso. Obviamente quienes creen que esta es la vía, lo respeto, lo apoyó y no desprecio ninguna lucha porque creo que vamos hacia el mismo camino. Pero yo sí creo que en las juntas comunitarias, que es en las asambleas, donde está el ejercicio colectivo donde se han tomado las decisiones. Yo crecí en eso, crecí en las reuniones de la zona, en las reuniones del cantón donde nosotros vivimos respetando, acompañando y organizándonos. Creo en la participación colectiva, creo en la participación de las mujeres, pero en los espacios donde las responsabilidades son de todas y yo creo que más que decirlo, esto en la práctica es fundamental. Esto es un reto enorme porque hay gente que ama, idealiza o romantiza la vida en comunidades porque nunca ha vivido en ella. Tampoco es una cuestión de rosas, no es color de rosa el vivir en comunidad, es un reto enorme y para los pueblos indígenas también. También venimos de relaciones conservadoras y tenemos nuestras contradicciones, somos seres humanos, y tenemos nuestras circunstancias, nuestras violencias y nuestras cosas, claro que las tenemos. 

AM – Me gustaría preguntarte si han existido alianzas y resistencia en conjunto entre las poblaciones indígena y las poblaciones afrodescendientes en Guatemala. 

LI – Han habido, pero yo personalmente no tengo información sobre el asunto desde mi práctica política, pero han habido esfuerzos. En los últimos años, han habido oenegés que juntan a gente de territorios indígenas y afrodescendientes, pero no se que tan legítimo sea. Viniendo esto de ONGs, pues yo tengo una crítica muy fuerte a ellas y a la oenegización de las luchas de los pueblos, pues para mí sigue siendo parte del status quo. No me atrevería a decirte que porque hay un proyecto de una ONG que articula mujeres indígenas y garífunas, hay una articulación real territorial entre estos pueblos. He visto que hay proyectos donde ahora participan mujeres indígenas y afrodescendientes, pero yo realmente no sé si es más allá de un proyecto o si es una alianza territorial. Yo creo que fuera de eso sí hay esfuerzos y más desde la comunicación. Lo que pasa es que la población afrodescendiente del país está en el Caribe y en todo caso sería con los pueblos Q’eqchi  y el pueblo garífuna en el Caribe, porque es el único sitio donde hay población garífuna en Guatemala. Para mi sería imposible decirte que los k’iche’ y los garífunas trabajamos porque estamos territorialmente muy distintas. Yo no estoy clara de estas alianzas. Quizás en algún momento las hubo, pero no lo sé.

AM – Bueno, ya que somos arquitectas… Me gustaría preguntarte si has llevado estos asuntos que hemos hablado a la profesión, desde una mirada de mujer k’iche’. La arquitectura y el urbanismo son profesiones que principalmente engloban la producción del espacio desde una perspectiva occidental, masculina, “desarrollista”, colonial, urbana, etc. ¿Se estudia en Guatemala la producción espacial indígena o arquitectura indígena?

LI – No, Guatemala es un país estructuralmente racista. Cuando hablamos de esas cosas y vamos desmenuzando el asunto, por ejemplo, yo quería retomar el trabajo con la tierra, porque eso no es nada nuevo, no es inventar el agua azucarada, es algo que ya se hizo. Además de los arquitectos indígenas que ya existían en la época precolombina, mira lo que hicieron en toda esta región. Porque a mi me decían que a la arquitectura hecha con la tierra se le llama arquitectura vernácula. Aquí para mí entra el asunto de lo simbólico y el lenguaje es fundamental. Para empezar tenemos el título que en la facultad de la Universidad Pública le daban a eso. En la tesis de graduación quise hacer un proyecto de un centro comunitario en una aldea, en una área mestiza/ indigena, pero no fue posible porque desarrollar la estructura y toda la investigación de resistencia de materiales y demás me iba a tocar hacerla a mi, porque la universidad no tiene nada de esto. Entonces dije, ustedes quieren que haga esto, paguenme. Para esto se necesita dinero y, como no había recursos, tuve que pasarme al sistema de concreto. No se nos ha permitido explotar mucho todo esto. En Guatemala es importante hablar de que ha habido un monopolio del cemento. Que se ha impuesto en la mentalidad, en la educación como una forma de vida. Nos han metido el bloque y el cemento como parte fundamental de “salir del salvajismo”. Esto es muy fuerte cuando entramos en asuntos arquitectónico. Yo ahorita estoy intentando aprender proyectos con otro compañero en Guatemala que va a ser de tierra. Está pensando desde la cosmovision indigena, desde la primera etapa del proyecto. Está pensado en los cuatro puntos cardinales, desde la iluminación y todo esto desde esa construcción de lo concéntrico, colectivo, espacios abiertos. Tiene todas estas relaciones indígenas y de cómo nos vemos, pero que me ha tocado crear por mi misma. No es que se tenga la posibilidad y ahora en el exilio, la idea de hacer un proyecto de arquitectura indigena en Guatemala se ha hecho mucho más compleja para mi, pero es algo que tengo muchas ganas de seguir aprendiendo, de ver los sistemas constructivos desde otro lugar. De poder retomar esto, porque es retomar algo que nuestros abuelos y abuelas ya hacían. 

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