Por: CARMEN ELENA VILLACORTA*
Nicaragua es un símbolo. Y no cualquier clase de símbolo: es un símbolo revolucionario. En Nicaragua ocurrió la segunda revolución socialista de América durante el siglo XX, la única después de la revolución cubana. Si Cuba mostró, en 1959, que una revolución en Nuestra América era posible, Nicaragua lo rectificó veinte años después. Era posible, no solo una, sino dos veces. Por eso 1979, año del triunfo de la revolución sandinista, constituye un parteaguas en la historia de Centroamérica, en particular, y de América Latina, en su conjunto. Para la izquierda centroamericana, la victoria del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) abrió un horizonte de posibilidad que, quizá visto con demasiado optimismo, parecía acortar la distancia entre la utopía y la realidad. “Si Nicaragua venció, El Salvador vencerá”, rezaba una célebre consigna popular que daba cuenta de la expectativa generada por la Nicaragua revolucionaria en los países del istmo que también atravesaban procesos insurreccionales. Esa misma posibilidad puso en alerta a la ultraderecha continental, uniéndola en pro de impedir que algo semejante volviese a ocurrir en el continente. Los genocidios perpetrados en El Salvador y Guatemala, a inicios de la década de 1980, fueron macabros productos de tal objetivo.
Nicaragua significa mucho para Latinoamérica. Incluso acá, en Argentina, en donde es tan poco lo que se sabe sobre Centroamérica —tan poco como poco es lo que se conoce sobre el Cono Sur en América Central (y es hora de empezar a preguntarse el porqué de ese mutuo desconocimiento)—, el nombre de Nicaragua está cargado de significación. En la década de 1980, no poc@s argentin@s viajaron a aportar mano de obra y masa crítica al proyecto revolucionario. Centroamérica queda geográficamente lejos del Cono Sur, pero Nicaragua es afectivamente cercana. Para las sensibilidades de izquierda en América Latina y el mundo Nicaragua es un país querido. Querido y gobernado desde 2007 por Daniel Ortega, líder histórico de la revolución sandinista. Es eso lo que hace difícil, espinoso e incómodo hablar de Nicaragua y su gobierno. No es fácil cuestionar a los íconos.
La crisis que ha tenido lugar en 2018 ha obligado a la izquierda a posicionarse públicamente. Nicaragua se ha visto sacudida por un nuevo sismo político que ha repercutido lejos de sus fronteras. La idea de editar este libro es una de esas repercusiones. El proyecto empezó siendo un compromiso y terminó siendo un reto.
El compromiso de pensar las realidades políticas, sociales, económicas y culturales de Centroamérica de manera colectiva, internacional e interdisciplinaria data de 2013, año en el que se consolidó, impulsado desde Brasil por Aleksander Aguilar Antunes y desde Argentina por Carmen Elena Villacorta, el colectivo centroamericanista O Istmo. Nuestro sitio Web[1] no ha sido únicamente un espacio virtual en el que hemos vertido opiniones sobre la actualidad centroamericana, sino que se ha ido transformando en un espacio real de articulaciones entre académicas, académico, intelectuales y activistas preocupada/os por la suerte del istmo. La red conecta a centroamericanistas que, desde diversos países y diferentes perspectivas teóricas y disciplinarias observamos la “cintura de América”, con afán continental y aliento nuestroamericano. Con ese espíritu cooperativo, dialogante, heterogéneo y dinámico, nuestros esfuerzos cristalizaron en el Grupo de Trabajo (GT) CLACSO “El istmo centroamericano: repensando los centros”. En el seno del colectivo O Istmo y del GT nace este libro.
Para download gratuito de ‘Nicaragua en Crisis’ (2018): https://www.sanssoleil.es/argentina/producto/nicaragua-en-crisis/
Pero el libro es también fruto de experiencias editoriales previas en las que hemos coincidido como autores, compiladores y editores. En 2014 Esteban De Gori, sociólogo argentino, nos convocó a participar en su E-Book Honduras 2013: Golpe de Estado, elecciones y tensiones del orden político[2]. El mismo año, 2014, compilamos otro libro electrónico sobre los procesos electorales en Costa Rica y El Salvador, denominado 2014: año de elecciones. El Salvador y Costa Rica: miradas sobre el orden político[3]. A inicios de este año, 2018, la crisis política en Honduras nos llevó a darle seguimiento a aquella primera iniciativa de De Gori. Decidimos entonces editar un segundo volumen, a publicarse próximamente por CLACSO: Golpe electoral y crisis política en Honduras tras el fraude en los comicios de 2017. Cerca del cierre de tal edición estalló la inesperada convulsión en Nicaragua.
¿Cómo no ocuparse de lo que estaba pasando en Nicaragua y, a la vez, cómo hacerlo? ¿Debíamos dar crédito, sin más, a la información que empezó a inundar medios de comunicación y redes sociales denunciando al gobierno como único responsable de reprimir una ola de protestas que ascendía como la espuma, sumando a cada vez más sectores organizados de la población? ¿O, atendiendo a nuestro afán investigativo, había que poner entre paréntesis la vehemencia mediática para hurgar más allá de los titulares y poder comprender mejor la complejidad que la crisis nicaragüense revela? Fue asumir esta segunda actitud lo que convirtió editar este libro en un reto. Se trataba de apostar por la racionalidad en un momento de gran crispación, de procurar el equilibrio de posturas en un contexto de profunda polarización, y, en definitiva, de aprovechar la distancia geográfica para recoger un abanico de voces lo más amplio posible, en aras de observar la convulsión en sus múltiples aristas.
No faltó quien, desde las calles en llamas de la Nicaragüita, cuestionara nuestro proyecto, considerando vergonzoso pedir análisis, en lugar de ofrecer apoyo en las trincheras en las que, a diario, jóvenes nicaragüenses estaban muriendo. El cuestionamiento nos interpeló, porque la realidad interpela siempre al pensamiento. Era comprensible una reacción como esa, considerando que entre abril y junio de este 2018 Nicaragua entera se inundó de marchas y contra marchas, la actividad laboral disminuyó a su mínima expresión, cuando no se paralizó, ni hablar de la vida académica, completamente suspendida. En diferentes puntos del país barricadas y “tranques” obstaculizaban el paso de mercancías y vehículos, monumentos gubernamentales eran quemados, manifestantes reprimidos, sandinistas apaleados. Torturas, amedrentamientos, tomas de tierra, saqueos, acuartelamiento de las fuerzas de seguridad del Estado, actividad impune de fuerzas paramilitares, delincuencia común y organizada campeando a sus anchas, fanatismo político y religioso… Todo eso y muertes, cientos de muertes provocaban dolor y robaban la tranquilidad del pueblo “nica”. ¿Cabía pensar en un libro ante un panorama como este?
Sí. Más que nunca, cabía pensarlo. Y, bajo el dictum de José Martí “trincheras de ideas son mejores que trincheras de piedras”, reforzamos la decisión de fomentar la reflexión y el diálogo, produciendo un nuevo “libro de intervención” en pleno ojo del huracán, capeando el temporal y sin temor a la tormenta. Motivad@s por colegas que, también desde la propia Nicaragua, aplaudieron esta iniciativa, salimos en busca de voces plurales y autorizadas, dispuestas a explicar su visión de los acontecimientos. Buscamos bastante. No todas las personas convocadas respondieron. La experiencia de editar este libro da cuenta de la gravedad de los hechos a los que alude. Hay quienes en Nicaragua decidieron suspender su comunicación con el mundo exterior. No responden mails ni contestan llamadas. Se llamaron al silencio. Hay quienes, deseando escribir, sortean todo tipo de dificultades, desde emocionales hasta materiales, pasando por la censura y la autocensura. También hay quienes, habiéndose comprometido a enviar contribuciones, se vieron impedidos, por múltiples ocupaciones relacionadas con la crisis, a cumplir.
Así las cosas, reunir el conjunto de textos que aquí presentamos no ha sido fácil. Si en general y en trabajos anteriores era previsible pensar en una semana o dos de atraso respecto de la fecha límite pactada, en este caso el retraso ha sido de más de un mes. Autor@s cuyas plumas valoramos pidieron prórrogas que, sin dudar, concedimos. También con la cantidad de páginas requeridas por cada quien para desarrollar sus ideas fuimos flexibles, priorizando ofrecer espacio a las voces “nicas”. Algo inédito con lo que en esta ocasión contamos son los trabajos en co-autoría, en cuyos casos ofrecimos, también, la extensión necesaria. Por otra parte, entrevistas con importantes líderes de movimientos sociales nicaragüenses que quisimos incluir se vieron inviabilizadas por las circunstancias.
Aquí y allá tocamos puertas, ventanas y contactos dando a conocer este proyecto e invitando a sumarse. Fue así como surgieron colaborador@s a quienes no conocíamos, pero cuyo interés en aportar les valió un espacio en este volumen. Tan inesperado como ha sido el proceso es también el resultado. Si en experiencias previas habíamos logrado cierta uniformidad en cuanto a la extensión y al estilo de los ensayos, esta vez contamos con un amplio registro que incluye trabajos de fuerte impronta académica y notable altura teórica, hasta relatos eminentemente militantes, pasando por crónicas periodísticas y artículos de opinión que, en su multiplicidad estilística y longitudinal, consiguen dejar plasmada una hipótesis, describir un escenario, plantear una denuncia, subrayar una crítica o sembrar dudas en una certeza poco debatida.
Nicaragua y las izquierdas latinoamericanas
¿Es posible esbozar un marco analítico que permita la puesta en común de estos textos tan diversos en tamaño, temas, abordajes, énfasis e inquietudes? Intentaremos acá apuntar algunos elementos que abonen en ese sentido. En primer lugar, hay que ubicar al gobierno actual de Nicaragua dentro del grupo de liderazgos progresistas que accedieron al poder por la vía electoral durante la denominada era “posneoliberal”. La íntima relación política, económica, diplomática e ideológica entre Nicaragua y Venezuela durante este período no es casual. El arribo de Daniel Ortega al poder, en 2007, se relaciona directamente con el desarrollo de la revolución bolivariana y su impacto a nivel continental, bajo el liderazgo de Hugo Chávez. Aires progresistas soplaron en la América Latina de inicios del siglo XXI introduciendo cambios significativos en el status quo neoliberal en Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras, El Salvador.
El arribo de Chávez al Palacio de Miraflores, en febrero de 1999, se produjo cinco años después de otro hito fundante del destino de las izquierdas en la historia del tiempo presente de Nuestra América: el surgimiento del zapatismo, en Chiapas, México, en enero de 1994. El comandante Chávez y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se erigieron como estandartes y puntas de lanza de dos modos de entender y practicar la política y de dos proyectos distintos, e incluso antagónicos, de cara a las transformaciones necesarias para las sociedades latinoamericanas. De un lado, se encuentra la apuesta por el acceso al poder del Estado a través de mecanismos electorales para empujar desde allí reformas sociales y económicas en orden a garantizar una distribución más justa de la riqueza y el acceso de las mayorías populares a derechos básicos como alimentación, salud y educación. Del otro lado, se parte de la denostación del aparato estatal por considerarlo burocratizado, anquilosado, corrupto e incapaz de llevar a cabo auténticos cambios. La apuesta es por una revolución desde abajo, asumida y conducida por el pueblo organizado. La ética, la cultura y la comunidad adquieren en esta propuesta un papel protagónico y las profundas transformaciones a introducir deben vivirse en la cotidianidad del colectivo, pues sólo allí adquieren autenticidad y pueden multiplicarse y perdurar.
Esquematizando y acudiendo a términos quizá no muy felices, hablaremos de una izquierda institucional o “partidista”, nucleada en torno de partidos políticos, versus una izquierda “movimientista”, cuyos actores fundamentales son los movimientos sociales. A ojos de los primeros, los segundos incurren en la ingenuidad política de pensar que propuestas románticas, válidas en pequeñas comunidades, son extensibles a los grandes conglomerados urbanos y al todo nacional. Ello es sencillamente inviable. Las dimensiones de las urbes actuales y la densidad poblacional de los países hacen indispensable la representatividad política y la toma de decisiones por parte de un partido que vele por los intereses de las mayorías populares en el difícil pulso contra los poderes fácticos, es decir, las élites locales, las grandes potencias y los bloques financieros y transnacionales.
Los “movimientistas”, por su parte, descreen de la posibilidad misma de la representación y, por tanto, de los instrumentos electorales, por considerarlos antidemocráticos; apuestan por la toma asamblearia de decisiones y por la participación política del total de integrantes de un colectivo; cuestionan la idea de una “vanguardia” llamada a conducir los destinos del pueblo y denuncian que, una vez instaladas en las instituciones tradicionales, esas “vanguardias” terminan traicionando a sus bases y a sus propios principios, reproduciendo viejos vicios clientelares, practicando o permitiendo la corrupción, enquistándose en el poder con lujo de autoritarismo y convirtiéndose, con todo ello, en más de lo mismo, perdiendo así su capacidad política y su autoridad moral para consolidarse como agentes de transformación.
En el escenario político hondureño, por ejemplo, los dos proyectos en cuestión dividieron al Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), la gran agrupación que aglutinó a un heterogéneo grupo de organizaciones sociales tras el golpe de Estado perpetrado contra el presidente electo Manuel Zelaya, en 2009. Por un lado, la línea “electoral” promovía la convocatoria a elecciones para sacar del poder a la dictadura y recuperar la institucionalidad del Estado que había sido usurpada. Por el otro lado, la línea “refundacional” proponía una Asamblea Constituyente que introdujera reformas profundas a la Constitución y allanara así el camino para la refundación misma de la nación y de las instituciones[4]. En Honduras, ambas corrientes tuvieron en común la lucha antigolpista y antidictatorial, lo cual posibilitó una plataforma común, al menos en la etapa inicial.
En México, en cambio, el zapatismo ha sido, desde su origen, contrario al Partido de la Revolución Democrática (PRD) y al movimiento generado en torno de quien fuera uno de sus principales líderes, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Un punto de inflexión se produjo en la víspera de las elecciones presidenciales de 2006, en las que AMLO era el favorito, pero, lejos de contar con la adhesión del EZLN, las filas zapatistas retiraron todo apoyo, subrayando su rechazo a la institucionalidad estatal, al proceso electoral y al PRD. Diferentes investigaciones y estudios aseguran que un fraude electoral le impidió en esa ocasión a López Obrador gobernar México. Profundas divisiones y escándalos de corrupción resquebrajaron al PRD. AMLO constituyó el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) y, finalmente, accederá al poder del Ejecutivo en noviembre de 2018, tras las elecciones de julio de este mismo año, en las que fue reconocido como ganador.
Las diferencias entre el “partidismo” y el “movimientismo” no se agotan en el problema político de los mecanismos de acceso al poder o a la cuestión medular de la concepción misma de poder. Quizá la principal discrepancia radica en la posición asumida por cada uno respecto del capitalismo. El desempeño de los gobiernos progresistas en lo que va del siglo XXI, en un escenario carente de la alternativa socialista que en el siglo XX ofreció la Unión Soviética, ha mostrado las limitaciones propias de Estados-nacionales que, más allá de su posicionamiento antiimperialista, permanecen sujetos a las reglas del juego económico impuestas por el capital. La relación centro-periferia parecería destinada a perpetuarse sin fin: para sobrevivir en el insaciable mundo capitalista, América Latina debe exportar sus materias primas e importar todo lo demás. ¿Cómo financiar los programas sociales que urge implementar, si no es vendiendo recursos naturales bien valorados en el mercado internacional? ¿Cómo distribuir equitativamente sin tener ingresos para distribuir?
Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, ha teorizado en torno de lo que reconoce como tensiones, debilidades y contradicciones de los gobiernos progresistas y de los procesos llamados revolucionarios, impulsados desde el Estado en manos de las clases subalternas. Cabe destacar dos intervenciones públicas en las que alude a esto. La primera data de 2011, en ocasión de la celebración del primer año del Estado plurinacional boliviano. Enumeró entonces cinco “tensiones creativas”, entre las cuales destaca la tensión entre el Estado y los movimientos sociales y la tensión entre industrialización y respeto a la Madre Tierra, bajo la premisa de que ambos son necesarios para el Buen Vivir[5].
La segunda intervención se produjo en la Universidad de Buenos Aires (Argentina), en 2016, en el contexto del repliegue del progresismo latinoamericano. En esa ocasión, a partir de la pregunta por el porqué del retorno de la derecha a los gobiernos nuestroamericanos, García Linera reconoció la gestión de la economía como una debilidad de las administraciones progresistas en el continente: “Algunos de los gobiernos progresistas han adoptado medidas que han afectado al bloque revolucionario, potenciando al bloque conservador […] Gobernar para todos no significa entregar los recursos o tomar decisiones que por satisfacer a todos debiliten tu base social que te dio vida […] No puede haber ningún tipo de política económica que deje de lado a lo popular”, fueron frases emitidas por el mandatario[6].
Si bien tal discurso autocrítico de Linera no agota —ni puede hacerlo— la complejidad que la gestión de la economía plantea, sí hace eco de una crítica punzante, proveniente del movimientismo, el cual ve en la política económica de los gobiernos progresistas la puesta en marcha de un capitalismo de Estado que termina por profundizar el capitalismo en sus diversas expresiones. La expoliación de los territorios, el desplazamiento de las comunidades y la venta al mejor postor de recursos no renovables, atentando así contra las posibilidades de reproducción de los pueblos en su multietnicidad y contra la salud medioambiental, ya tan precarizada y comprometida, continúa. Frente a ello, el vicepresidente boliviano asegura que el mercado no termina por decreto, que la moneda es un hecho real y que el socialismo en un solo país es imposible. Será a nivel mundial o no será. Un debate de semejante envergadura, en el que la naturaleza misma de la izquierda y el modo de delimitarla y concebirla está en juego, está muy lejos de poder quedar zanjado. Valga dejarlo mínimamente enunciado.
Los diversos tratamientos de la crisis
No caeremos en el simplismo de intentar catalogar cada una de las contribuciones que acá recogemos en alguna de las tres corrientes de la izquierda latinoamericana actual a las que, de manera general, hemos aludido. Que en la vida política la frontera entre los diversos proyectos en pugna es más borrosa de lo que parece lo muestra el hecho de que el EZLN hubiese lanzado una candidatura a la presidencia en los comicios de México en este año. Asimismo, en el ámbito del pensamiento, las exigencias analíticas, el afán explicativo y las reglas de la lógica y la racionalidad pueden desdibujar contornos, introducir matices y relativizar posturas. Tanto en la teoría como en la praxis los claroscuros y los giros insospechados son menos la excepción que la regla. Hemos procurado bosquejar un mapa ideológicamente orientativo que posibilite la puesta en común y el diálogo entre las voces que componen este libro.
Así, cuando Arnin Cortez, Mario Sánchez y Hloreley Osorio, investigador@s sociales de la UCA de Nicaragua, elaboran un erudito y creativo marco teórico en torno de la coyuntura crítica de su país, subrayando el concepto de “extractivismo” y llevándolo más allá de sus posibilidades económicas y territoriales hacia el ámbito político, están elevando la discusión sobre lo que pasa en Nicaragua a su correcta dimensión regional, continental y planetaria. Tan medular como el problema del poder, o aún más, es el problema de la economía extractiva, porque el extractivismo es consustancial al capitalismo.
El especialista en Relaciones Internacionales argentino Tomás González Berges ofrece en estas páginas un análisis de la política exterior nicaragüense durante el gobierno del FSLN. Allí advierte sobre el riesgo económico que corre Nicaragua como consecuencia de la actitud confrontativa de Ortega y su retórica en contra de Estados Unidos.
El discurso antiimperialista y a favor de la soberanía de los pueblos es un denominador común compartido por los gobiernos progresistas latinoamericanos. Ninguna izquierda podría no ser antiimperialista y la lucha por la autonomía es inclaudicable en cualquier proyecto de cambio en nuestro continente. Eso está fuera de discusión. Pero antiimperialismo no significa anticapitalismo. En ese sentido, una de las críticas que recae una y otra vez sobre la gestión de Daniel Ortega es haber favorecido a los empresarios locales aglutinados en el COSEP y haber concesionado recursos y territorios estratégicos a empresas mineras y transnacionales. La más escandalosa de esas concesiones posibilitó a una empresa china intervenir el país en función de la construcción de un canal interoceánico.
En tal señalamiento coinciden la mirada académica de Cortez, Sánchez y Osorio (arriba referida) y la denuncia que acá ofrece la importante activista creole Dolene Miller, Asesora técnica de la Alianza de Pueblos Indígenas y Afrodescendientes de Nicaragua. Desde la universidad y desde la militancia en la Costa Atlántica nicaragüense se denuncia que la política económica del gobierno de Ortega ha abierto las puertas al gran capital en detrimento de las comunidades indígenas y afrodescendientes y sus territorios, y en contra, también, de la viabilidad medioambiental del país.
Próximo a esa perspectiva, Aleksander Aguilar Antunes —investigador, periodista y co-editor de este libro— asegura que fueron las protestas por el incendio de la reserva forestal Indio Maíz, ocurrido en abril de este año, en reclamo por lo que sectores campesinos, estudiantiles y ambientalistas consideraron negligencia gubernamental, las que detonaron la crisis política por la que actualmente atraviesa Nicaragua. Aguilar Antunes subraya la importancia del movimiento campesino, consolidado a partir de las luchas anticanaleras.
Otro importante núcleo de críticas remite a la concentración de poder en torno de la pareja presidencial Ortega-Murillo y al modo autoritario en el que conducen el partido, el Ejecutivo y el país. Inherente a tal ejercicio autoritario ha sido la represión como mecanismo de disciplinamiento y contención de la protesta social. En ese sentido argumenta en este volumen el académico nicaragüense Darvin Sánchez, uno de los analistas que ve en la crisis de 2018 el resultado de un cúmulo de demandas insatisfechas, cuyas manifestaciones fueron reprimidas a lo largo de una década de sucesivos gobiernos sandinistas. Sánchez coincide con Aguilar Antunes en señalar el incendio de Indio Maíz como un antecedente inmediato del estallido social de abril.
El politólogo nicaragüense Abelardo Baldizón lanza una sugerente tesis respecto del concepto de democracia asumido y practicado por el FSLN, en donde prima la satisfacción de las necesidades básicas por sobre la toma de decisiones. Democracia equivaldría, en la perspectiva del FSLN y según Baldizón, a reparto económico, quedando las decisiones políticas en manos de la cúpula dirigente. A juicio del autor, esta concepción de democracia coincide con la visión de las viejas oligarquías conservadoras de inicios del siglo XX.
Cercana a esta argumentación se encuentra la contribución del sociólogo argentino Esteban De Gori —co-editor de este libro—, cuyo aporte teórico a la comprensión de la figura del líder y de la construcción del liderazgo está acompañado por un análisis sobre la matriz liberal que pervive en los imaginarios políticos latinoamericanos, atravesando al somocismo, al propio FSLN y a Daniel Ortega
A su vez, el politólogo español Salvador Marti i Puig —entrevistado por De Gori— señala falencias en relación con la democracia nicaragüense cuando, por una parte, ubica a Daniel Ortega como parte de la tradición caudillista y patrimonialista de Nicaragua y, por otra, asegura que, desde el arribo de Ortega al poder, en 2007, se ha producido un proceso de des-democratización en el país.
En relación con la represión, la socióloga nicaragüense Elvira Cuadra y analistas del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (Ieepp) aseguran que esta ha sido utilizada desde el arribo de Daniel Ortega al Ejecutivo, en 2007, en un proceso de incremento que encuentra en 2018 su punto más álgido. El recrudecimiento de los métodos represivos durante la crisis actual obedece, en la perspectiva de estas dos miradas, a la imposibilidad del aparato represivo del Estado de contener la protesta por medios convencionales. El equipo de IEEP ofrece una secuencia cronológica subrayando coyunturas claves en las que la Policía Nacional y los grupos parapoliciales contuvieron manifestaciones sociales de forma violenta. Elvira Cuadra, por su parte, explica cómo el gobierno constituyó y puso en práctica “dispositivos” de control social y contención de la oposición.
Del primer trabajo destaca el abordaje de la recientemente aprobada Ley Antiterrorista, expresión, según los autores, de la política de criminalización de la protesta social. De la reflexión de Cuadra destaca la afirmación de la existencia de grupos paramilitares vinculados a los órganos de seguridad del Estado, cuyo accionar se ha mostrado abiertamente a partir de las movilizaciones iniciadas en abril.
Un elemento que complejiza el análisis de la Nicaragua actual es el peso histórico del FSLN como vanguardia de la revolución en la década de 1980. De ahí que en el debate interno hayan surgido los términos “Danielismo” y “Orteguismo”, con el fin de separar al sandinismo histórico de las administraciones presididas por Daniel Ortega desde el 2007. Precisamente, un reclamo de ex militantes del FSLN que abrieron filas para fundar nuevas agrupaciones partidarias es la recuperación de los fundamentos ideológicos y la tradición de lucha de lo que consideran el verdadero sandinismo, acusando a Ortega de apropiarse del nombre, celebraciones, fechas emblemáticas y símbolos revolucionarios que no encuentran correspondencia con su actual gobierno.
Humberto Meza, politólogo nicaragüense, se detiene en la diferenciaciónentre “orteguismo” y “sandinismo”, señalándola como medular,no sólo para la izquierda de Nicaragua, sino para la izquierda latinoamericana, ajena a esta discusión.
Dos autoras en este libro se enfocan en el legado de la revolución y su resignificación en la actualidad: la investigadora mexicana Verónica Rueda y la académica y ex diplomática nicaragüense María Mercedes Salgado. Llamativo es el hecho de que los dos textos tengan por título consignas utilizadas en las marchas: “¡Que se rinda tu madre!”, un conocido grito de guerra emitido por un joven poeta durante la lucha antisomocista, ahora recuperado; y “Patria libre y vivir”, un giro al tradicional “Patria libre o morir”, propio de la cultura revolucionaria latinoamericana, ahora transformado en demanda por la vida.
Rueda elabora una detallada historia de diferentes consignas y herramientas de lucha usadas por el pueblo nicaragüense en momentos insurreccionales, durante la década de 1970, y por el propio FSLN, durante el período en el que fue el principal partido opositor, entre 1990 y 2007. Su exposición explica el uso actual de esas mismas consignas y herramientas en función de su pervivencia en la memoria colectiva y en la idiosincrasia de las luchas populares en el país.
Por su parte, Salgado alude a tres momentos históricos trascendentales: el surgimiento del FSLN, el derrocamiento de la dictadura somocista y la crisis actual, protagonizada, como a fines de la década de 1970, por jóvenes y caracterizada, a criterio de la autora, por el deterioro de la legitimidad del gobierno.
Haciendo frente a las críticas y señalamientos, el libro cuenta con dos voces provenientes del sandinismo: La de Carlos Midence, académico, escritor y actual embajador de Nicaragua en España; y la del académico de la Universidad Nacional de Nicaragua (UNAN-Managua) Miguel Ayerdis.
En lo que respecta a la contribución de Carlos Midence, destaca su esfuerzo por ahondar en la perspectiva del FSLN, en contraste con la dificultadpara obtener opiniones provenientes del polo oficial. Midence explica la crisis como resultado de un intento de golpe de Estado fraguado en el seno de los Estados Unidos, concretamente en organismos y entidades que han trabajado y trabajan en la desestabilización de gobiernos y fuerzas políticas contrarias a los intereses imperialistas/colonialistas/ injerencistas, propios de la dominación occidental. El autor enumera más de dieciséis intervenciones estadounidenses en Nicaragua a lo largo de la historia de ambos países, lo cual muestra la relevancia del territorio nicaragüense para la primera potencia norteamericana.
Midence desmiente el carácter “autoconvocado” y espontáneo de las manifestaciones que dieron inicio en abril, asegurando que los jóvenes y los grupos organizados de la oposición han sido víctimas de manipulación y engaño, en el marco de una “guerra híbrida” contra el sandinismo en la que deliberadamente se miente y se usan diversos mecanismos, incluida la violencia extrema, para desestabilizar gobiernos insumisos respecto de los dictados imperiales. Instrumentos de esta embestida estadounidense contra el sandinismo al interior de Nicaragua serían los “emerresistas” (se deduce que los partidarios del Movimiento de Renovación del Sandinismo, MRS), a quienes acusa de neoliberales, las ONG y los centros de estudio que, de acuerdo con el autor, reciben financiamiento estadounidense y responden a los dictados imperialistas y coloniales.
Valor del aporte de Miguel Ayerdis es contestar directa y concretamente a los más duros cuestionamientos esgrimidos por la oposición, especialmente por sectores opositores considerados progresistas o de izquierda. Así, en relación con las alianzas entre el FSLN y la gran em presa y el señalamiento contra el gobierno por haber continuado con el programa neoliberal, el autor, sin negar la continuidad de prácticas neoliberales, subraya la condición dependiente de la economía nicaragüense, en el marco de una correlación de fuerzas desfavorable para la puesta en marcha de una política económica y social revolucionaria en un sentido radical. Y en relación con la altisonante crítica sobre la ausencia de democracia, Ayerdis pone en entredicho la univocidad del concepto, afirmando que el empoderamiento de la población empobrecida a través de una serie de programas sociales llevados a cabo durante los gobiernos electos de Daniel Ortega, puede y debe ser considerado a la hora de valorar los avances democráticos en el país.
Ocupando un lugar que podríamos llamar intermedio entre las posiciones críticas hacia el FSLN y la postura oficial, sobresalen, por su equidistancia, los trabajos del periodista salvadoreño radicado en Nicaragua Iván Castro, del psicólogo y sociólogo nicaragüense Guillermo Pérez Molina y del nicaragüense radicado en México y Dr. en Estudios Latinoamericanos Guillermo Fernández Ampié.
Pérez Molina hace una lectura geopolítica de la crisis, asegurando que la concesión hecha por el gobierno nicaragüense a capitales chinos para la construcción de un canal interoceánico y las inversiones rusas en Nicaragua en materia de seguridad son percibidos como amenazas contra la hegemonía estadounidense en la región, motivando una confrontación indirecta de Estados Unidos con China y Rusia. También, con base en su análisis de evidencias empíricas, el autor sostiene que el FSLN es el actor que goza de mayor legitimidad para liderar la superación de la crisis.
Iván Castro reflexiona en torno de la cuestión mediática, evidenciando cómo y por qué las comunicaciones y el manejo de las redes sociales se convirtieron en un punto neurálgico de la crisis. El autor llama la atención respecto de la sobreabundancia de información vertida por la oposición, en contraste con la decisión gubernamental de retirarse de los medios y con su inhábil manejo de las redes sociales. Destacan en ese escenario de confrontación mediática la publicación de noticias tergiversadas, imágenes tomadas de otros países, ataques contra quienes se pronunciaban a favor del diálogo y omisión o manipulación de la información sobre las víctimas de la crisis en las filas sandinistas. Respecto de esto último, cabe destacar que militantes del FSLN sufrieron, en las refriegas, diversos tipos de agresiones, incluidos asesinatos.
A esto último alude, también, Guillermo Fernández, cuyo análisis presenta las dos narrativas operantes y contrapuestas hoy en Nicaragua, bajo la premisa de que ninguna de ellas da cuenta fiel de la realidad. El autor procede entonces a enumerar una serie de hechos y situaciones poco mencionadas y más bien desconocidas, que, efectivamente, matizan ambos discursos, mostrando el momento de verdad de cada uno, pero poniendo en tensión la reiteración mecánica (y hasta dogmática) con la que muchas veces parecen ser esgrimidos.
Recapitulando, la propuesta es abordar este libro como un aporte para la comprensión de la actual crisis política nicaragüense, pero también como una invitación a reflexionar sobre las complejidades que entrañan los procesos revolucionarios y como una oportunidad para repensar el concepto mismo de revolución en la América Latina contemporánea. No deja de ser estremecedora la frase con la que los argentinos Bárbara Ester y Guillermo González, investigadores del CELAG, terminan su valoración crítica de la penalización del aborto terapéutico bajo la administración de Daniel Ortega. Tras ofrecer argumentos para calificar de reaccionaria la derogación de la ley que permitía a las mujeres gestantes interrumpir su embarazo en condiciones que pudiesen poner en riesgo su salud y su vida, l@s autor@s afirman: “No sería la primera vez en la historia que una Revolución culmine en Restauración”.
¿Qué es revolución hoy? Es una de las grandes preguntas que se desprenden de la convulsión en Nicaragua. Y, de la mano de esta, ¿cómo definir a la izquierda o a las izquierdas latinoamericanas? ¿Cuál es el sendero correcto de las transformaciones que nuestro continente necesita? La praxis política muestra que responder a estas interrogantes no es nada fácil. Que Carlos Midence, en su calidad de representante del gobierno sandinista, lo califique de Buen Gobierno, en un lenguaje que evoca al discurso del EZLN mexicano, no deja de parecer un oxímoron, pero es revelador de las paradojas del progresismo, otrora oposición, ahora frente a la conducción del Estado. Se abre aquí la interrogante sobre la naturaleza misma del Estado y sobre el carácter conservador, “restaurador”, de las instituciones. ¿Estado y revolución son, en definitiva, antagónicos?
Sirvan estas viejas y nuevas inquietudes como provocaciones para adentrarse en la lectura de un libro que da cuenta de la conflictividad y contradicciones del presente, pero también de la dignidad, inteligencia y valentía con la que el pueblo de Nicaragua continúa buscando su destino. Elegimos la emblemática sombra de Sandino, figura libertaria, heroica, magnánima, fundacional de la nación nica, para estructurar los contenidos y presentar un orden a modo de propuesta, pretexto e invitación a continuar el debate. Que el diálogo continúe.
* CARMEN ELENA VILLACORTA es salvadoreña, doctora en Estudios Latinoamericanos por la UNAM (México). Becaria posdoctoral UE-CISOR Conicet (Argentina). Docente de la Universidad Nacional de Jujuy (UNJU) (Argentina).
[2] Disponible en: http://www.sanssoleil.es/argentina/producto/honduras-2013-golpe-de-estado-elecciones-y-tensiones-del-orden-politico/
[3] Disponible en: http://www.sanssoleil.es/argentina/producto/2014-ano-de-elecciones-el-salvador-y-costa-rica-miradas-sobre-el-orden-politico/
[4] La entrevista de Aleksander Aguilar Antunes al activista hondureño Luis Méndez ofrece una esclarecedora explicación del proceso de consolidación y posterior división y debilitamiento del FNRP, en: De Gori, E. y Villacorta, C. E. (Eds.) (2018) Golpe electoral y crisis política en Honduras…, en prensa.
[5] Un análisis de ese discurso de García Linera puede verse en: http://www.papelesdesociedad.info/?Tensiones-y-contradicciones-del
[6] Este texto completo de García Linera puede verse en: http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/05/30/alvaro-garcia-linera-en-argentina-no-hay-revolucion-verdadera-ni-hay-consolidacion-de-un-proceso-revolucionario-si-no-hay-una-profunda-revolucion-cultural/
Bibliografía
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